Raúl Scalabrini Ortiz fue boxeador, ingeniero agrimensor, poeta y uno de los más formidables pensadores de la existencia colectiva de los argentinos. Terminó empobrecido pero peleando contra los traidores que enajenaron el patrimonio del pueblo al servicio de muy pocos y de acuerdo a los intereses extranjeros.
De sólida formación marxista, Scalabrini adhirió al yrigoyenismo, en primer lugar, para después integrar la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), verdadero puente ideológico que abrevó en un nuevo movimiento nacional, el peronismo, al que llamó 'el susbsuelo de la patria sublevado' en aquella jornada del 17 de octubre de 1945.
Hoy, seis décadas después, el fantasma de Scalabrini se remueve inquieto. En nombre del peronismo, la administración de Cristina Fernández pretende instalar ferrocarriles a imagen y semejanza de los intereses de empresas francesas, firmas totalmente alejadas de la realidad del pueblo.
Scalabrini, alguna vez, escribió que 'quien afirma que los ferrocarriles son hierro viejo, afirma una verdad clara como la luz del sol. Pero quien de allí deduce que no deben ser expropiados y nacionalizados incurre en un error de lógica porque no ha percibido el problema en toda su dimensión. El material ferroviario está viejo indudablemente… Pero a pesar de esto, el poder de los ferrocarriles no ceja… Aunque el material es viejo, el poder político de los ferrocarriles se muestra lozano y brioso… Por eso el problema ferroviario puede sintetizarse en la simple fórmula: adquirir los ferrocarriles equivale a adquirir soberanía'.
Ahora es al revés, se crean empresas nacionales que sirven de cabecera de playa para los proyectos extranjeros y no hay límite para el rol que desempeñarán los cipayos del tercer milenio. La Administración de Infraestructura Ferroviaria Sociedad del Estado y la Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado 'estarán exentas de respetar las leyes de contabilidad, de obras públicas y de procedimientos administrativos. Es decir que podrán disponer de los fondos y los bienes públicos sin que medie la aprobación del Congreso, y sus responsables, por ejemplo, no podrán ser acusados de favorecer a empresas amigas, incluso si lo hacen. Ocurre que el formato de Sociedad del Estado los habilita a contratar en forma directa, con los mismos criterios que las empresas privadas', sostiene la información periodística. De tal forma, un funcionario designado por el propio ministro de Planificación, Julio De Vido, 'tendrá plenos poderes para disponer, a su criterio, del servicio de trenes. Podrá concesionar nuevos ramales sin llamar a licitación, hacer obras sin concursos públicos de precios, estará autorizado a comprar, alquilar e incluso desprenderse de los millonarios inmuebles que pertenecieron a Ferrocarriles Argentinos y que están distribuidos en todo el país. Todo eso, sin ningún control, salvo el propio: ese mismo funcionario será el encargado de elegir su cuerpo de auditores', relatan las noticias.
Seis décadas atrás, Scalabrini soñaba que el ferrocarril para todos y al servicio de los intereses argentinos serviría para 'regular la circulación interna de mercaderías y de pasajeros, orientar las corrientes de tráfico y de comercio exterior, distribuir la fabrilidad y las manufacturas, diseminar la actividad y la población, estimular las iniciativas de las provincias sofocadas por el alejamiento ferroviario y organizar coordinadamente el transporte del país'.
Ahora es distinto, muy distinto. Plenos poderes para instalar trenes al servicio del privilegio. Por eso Scalabrini advertía: Para que el ferrocarril nacionalizado pueda orientarse en el exclusivo servicio del país, es indispensable liberarlo de la tiranía del interés'. La tiranía del interés ha regresado. Scalabrini vuelve a morir por segunda vez.
De sólida formación marxista, Scalabrini adhirió al yrigoyenismo, en primer lugar, para después integrar la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), verdadero puente ideológico que abrevó en un nuevo movimiento nacional, el peronismo, al que llamó 'el susbsuelo de la patria sublevado' en aquella jornada del 17 de octubre de 1945.
Hoy, seis décadas después, el fantasma de Scalabrini se remueve inquieto. En nombre del peronismo, la administración de Cristina Fernández pretende instalar ferrocarriles a imagen y semejanza de los intereses de empresas francesas, firmas totalmente alejadas de la realidad del pueblo.
Scalabrini, alguna vez, escribió que 'quien afirma que los ferrocarriles son hierro viejo, afirma una verdad clara como la luz del sol. Pero quien de allí deduce que no deben ser expropiados y nacionalizados incurre en un error de lógica porque no ha percibido el problema en toda su dimensión. El material ferroviario está viejo indudablemente… Pero a pesar de esto, el poder de los ferrocarriles no ceja… Aunque el material es viejo, el poder político de los ferrocarriles se muestra lozano y brioso… Por eso el problema ferroviario puede sintetizarse en la simple fórmula: adquirir los ferrocarriles equivale a adquirir soberanía'.
Ahora es al revés, se crean empresas nacionales que sirven de cabecera de playa para los proyectos extranjeros y no hay límite para el rol que desempeñarán los cipayos del tercer milenio. La Administración de Infraestructura Ferroviaria Sociedad del Estado y la Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado 'estarán exentas de respetar las leyes de contabilidad, de obras públicas y de procedimientos administrativos. Es decir que podrán disponer de los fondos y los bienes públicos sin que medie la aprobación del Congreso, y sus responsables, por ejemplo, no podrán ser acusados de favorecer a empresas amigas, incluso si lo hacen. Ocurre que el formato de Sociedad del Estado los habilita a contratar en forma directa, con los mismos criterios que las empresas privadas', sostiene la información periodística. De tal forma, un funcionario designado por el propio ministro de Planificación, Julio De Vido, 'tendrá plenos poderes para disponer, a su criterio, del servicio de trenes. Podrá concesionar nuevos ramales sin llamar a licitación, hacer obras sin concursos públicos de precios, estará autorizado a comprar, alquilar e incluso desprenderse de los millonarios inmuebles que pertenecieron a Ferrocarriles Argentinos y que están distribuidos en todo el país. Todo eso, sin ningún control, salvo el propio: ese mismo funcionario será el encargado de elegir su cuerpo de auditores', relatan las noticias.
Seis décadas atrás, Scalabrini soñaba que el ferrocarril para todos y al servicio de los intereses argentinos serviría para 'regular la circulación interna de mercaderías y de pasajeros, orientar las corrientes de tráfico y de comercio exterior, distribuir la fabrilidad y las manufacturas, diseminar la actividad y la población, estimular las iniciativas de las provincias sofocadas por el alejamiento ferroviario y organizar coordinadamente el transporte del país'.
Ahora es distinto, muy distinto. Plenos poderes para instalar trenes al servicio del privilegio. Por eso Scalabrini advertía: Para que el ferrocarril nacionalizado pueda orientarse en el exclusivo servicio del país, es indispensable liberarlo de la tiranía del interés'. La tiranía del interés ha regresado. Scalabrini vuelve a morir por segunda vez.
Por: Carlos del Frade
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