Para los que dijeron no comprender el voto a Macri en Capital Federal, y el voto anti Cristina Kirchner en las grandes ciudades del interior, anoche (25 de marzo), tuvieron una nueva oportunidad para entender cómo funciona el cerebro (¿cerebro?) de nuestra gloriosa clase media progresista pero hasta ahí.
Anoche vimos reunirse a nuestros profesionales "de izquierda", a las amas de casa "liberales", a los jóvenes estudiantes de privilegio, a los señores ejecutivos de empresas, a algunos "obreros de cuello duro" y, como no podía ser de otra manera, también a algunos idiotas que no tienen un mango pero que por las dudas defienden al patrón, no vaya a ser que se enoje.
Todos agitaban alegremente sus cacerolas, igual que en el 2001: ¿Igual que en el 2001? Para nada. Estas eran cacerolas de plata, no de aluminio. ¡Recoleta, Callao y Santa Fe, Cabildo y Juramento.
Curioso, no hubo cacerolazo en la Boca, ni en Mataderos. Lo que reclamaban anoche todos ellos no era la baja de las retenciones, ni la solidaridad con nuestro campo "agredido" por el marxismo socializante de este gobierno montonero (falta poco para que le agreguen "terrorista" , ya verán). Para nada. Lo que reclamaban era "libertad". Esa libertad de explotación y de ganancia (aunque el "otro" se muera de hambre) que siempre exigió nuestra pequeña burguesía estúpida, sin darse cuenta que la historia ya le ofreció sobrados ejemplos de que esa "libertad" de la que se ufanan sólo sirvió para hacerlos más pobres, menos solidarios, menos independientes y menos cultos.
Manifestaban cual cruzados, agitando sus espadas flamígeras (cacerolas y cucharones) contra el totalitarismo peronista, solidarizándose con nuestra oligarquía ganadera, y con tan poco conocimiento de la realidad que pensaban que brindaban su apoyo al "pequeño productor".
Claro, estas señoras, estudiantes y profesionales que jamás olieron una vaca salvo trozada en la carnicería, no tienen la menor idea que la Argentina no es China ni Rusia. Que aquí no existe el campesinado, y que un "productor" agropecuario que exporta posee por lo menos 300 hectáreas. Bueno, pero eso no es mucho, me dirá usted. Depende. Porque un tipo que arrienda esas 300 hectáreas y planta soja gana 180.000 dólares en un año sin hacer nada.
¿De quién hablamos entonces? Tal vez nos refiramos a los pequeños productores de la pampa húmeda, titulares de 1000 o 1500 hectáreas, que hace 5 años fueron a llorar al Banco Nación para que les refinanciaran los créditos hipotecarios y no perder sus campos. Era justo, y el Banco Nación los refinanció.
¿Quién pagó esa refinanciación? Usted y yo. Esos mismos campos valen hoy 6 veces lo que valían. ¿Eso no tiene importancia? ¿Eso no es "ganancia"?
En su ignorancia, o en su afán de denostar a este gobierno "confiscatorio" - hermosa palabreja utilizada siempre por los que tienen mucho para confiscarles- , no saben (o no dijeron) -que el desabastecimiento anunciado no se producirá por las retenciones, sino por la deshonestidad básica de esa oligarquía agroganadera que, mientras dice que "así no les conviene trabajar y que el campo quebrará", han seguido exportando como si nada durante el paro. Pero en Argentina no habrá carne, ni leche.
Esa misma señora tonta que ayer agitaba su cuchara, irá hoy al super y dirá cuando no encuentre leche para sus hijos: "eso es culpa de esa comunista". Mientras tanto, el señor que ella salió a defender anoche se embolsará con una sonrisa irónica muchos miles de dólares más.
Se habla hoy de que "el gobierno está fracturando a la sociedad". Es mentira, claro, pero es otra muletilla apta para que "damas" como Cecilia Pando salgan a marchar agitando nuevamente el fantasma de un golpe de Estado que nos defienda del marxismo apátrida, que agita su trapo rojo desde los balcones de la Casa Rosada.
La sociedad argentina está fracturada desde 1852. Esa fractura se ha evidenciado en cada oportunidad en que la sociedad tuvo que optar por un modelo nacional y popular o un modelo oligárquico, capitalista y dependiente. Esa fractura tiene un nombre: se llama lucha de clases.
Anoche no sucedió nada especial, salvo otra muestra de la estupidez de nuestra pancista clase media que, como decía, evidencia una inusual discapacidad para entender la realidad y de qué lado debe ubicarse: los mismos bancos extranjeros que les robaron sus ahorros en el 2003 tienen como personeros locales a esos terratenientes cuya "libertad"para seguir explotándolos salieron a defender anoche con sus ollitas. Y el otro tema que se agitará hoy es el "patoterismo peronista", ya casi un cliché en los 70, que resurge rejuvenecido en los 2000.
Tampoco saben de lo que hablan. Yo vi anoche como no más de 1.500 manifestantes peronistas le perdonaban la vida y la salud a más de 5.000 audaces que intentaron impedirles el ingreso a la Plaza de Mayo. Vi claramente cómo, durante casi quince minutos, esos 5.000 caceroleros libertarios gritaban e insultaban formando una barrera que impedía el paso a los "negros cabecitas". Claro, los vi también huir despavoridos y en desbandada cuando los "peronachos" se cansaron de esperar y gritaron: ¡Buu! Aclaro que D'elía está muy lejos (lejísimos) de ser santo de mi devoción, pero debo reconocerle anoche la prudencia. Ningún valiente cacerolero terminó herido o lastimado seriamente, pese a la supremacía numérica de los "negros peronistas", que solamente eran superados 4 a 1.
Por último, lo que está claro es que, como dicen todos, hay que encontrar una solución, y esto es muy simple: el campo debe ceder. Porque cuando hay que elegir entre la redistribución de la riqueza o la concentración de la misma, no puede haber duda alguna. Si el campo no cede y continúa el paro, pero los pobres productores siguen exportando como hasta hoy, quedará claro que mienten, porque nadie en su sano juicio continúa haciendo un negocio que no le es rentable.
Será entonces el momento de aplicar la Ley de Abastecimiento. Si esto no funciona, habrá que prohibir las exportaciones de todo aquel que no levante el paro. Si esto no funciona tampoco, habrá que preguntarse de qué nos sirve tener un productor agropecuario como dueño de un campo, que no entiende que antes de su beneficio individual está el beneficio nacional.
Enrique Gil Ibarra - 26 de marzo del 2008 (Nuestramérica)
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